Por Guillermo Orlando
Deseé hablar y que mi boca emitiera algún sonido que se asemejara a una palabra. Mi alma quería gritar con toda su fuerza pero me fue imposible por infinitos segundos. Finalmente solté su nombre con un suspiro. Ella replicó: “Hola ¿Cómo estás?” Y luego se fue.
Saludé a Cecilia Caramelito Carrizo hace ya varios años. La animadora infantil que aparecía en la televisión y teatros y quién escribe fuimos protagonistas de la siguiente historia.
Era un sábado al mediodía, estaba en una clase de teatro en el barrio porteño de Colegiales donde todo transcurría con normalidad. Llegó el recreíto de 10 minutos y con mis compañeros fuimos a tomar un café a la YPF que estaba a una cuadra de nuestro espacio artístico.
Entré primero para reservar una mesa mientras los demás compraban la infusión y las medialunas. De pronto la ví. La mujer de cabellos dorados hizo su entrada triunfal al autoservicio. Ella, bañada de un sol primaveral. Yo, un estudiante adolescente embelesado ante tamaña hermosura.
Hagamos historia, Carrizo fue bautizada como la golosina hace mil años por el conductor Nicolás Repetto en un programa de entretenimientos. Volvamos, ella se detiene frente a mí esperando a, supongo, sus padres. Alta, rubia, un jean y remera azul vestían su esbelta figura.
Su dulce mirada y su sonrisa inolvidable se detuvieron en la presencia de éste jóven narrador, luego sucedió el breve pero intenso diálogo ya citado. Apareció la pareja adulta y los tres se retiraron a otra mesa.
Después aparecieron mis compas teatreros con los cafés y medialunas. Comimos, charlamos y nos fuimos a seguir con nuestra clase, con nuestras vidas.
Deseé hablar y que mi boca emitiera algún sonido que se asemejara a una palabra. Mi alma quería gritar con toda su fuerza pero me fue imposible por infinitos segundos. Finalmente solté su nombre con un suspiro. Ella replicó: “Hola ¿Cómo estás?” Y luego se fue.
Saludé a Cecilia Caramelito Carrizo hace ya varios años. La animadora infantil que aparecía en la televisión y teatros y quién escribe fuimos protagonistas de la siguiente historia.
Era un sábado al mediodía, estaba en una clase de teatro en el barrio porteño de Colegiales donde todo transcurría con normalidad. Llegó el recreíto de 10 minutos y con mis compañeros fuimos a tomar un café a la YPF que estaba a una cuadra de nuestro espacio artístico.
Entré primero para reservar una mesa mientras los demás compraban la infusión y las medialunas. De pronto la ví. La mujer de cabellos dorados hizo su entrada triunfal al autoservicio. Ella, bañada de un sol primaveral. Yo, un estudiante adolescente embelesado ante tamaña hermosura.
Hagamos historia, Carrizo fue bautizada como la golosina hace mil años por el conductor Nicolás Repetto en un programa de entretenimientos. Volvamos, ella se detiene frente a mí esperando a, supongo, sus padres. Alta, rubia, un jean y remera azul vestían su esbelta figura.
Su dulce mirada y su sonrisa inolvidable se detuvieron en la presencia de éste jóven narrador, luego sucedió el breve pero intenso diálogo ya citado. Apareció la pareja adulta y los tres se retiraron a otra mesa.
Después aparecieron mis compas teatreros con los cafés y medialunas. Comimos, charlamos y nos fuimos a seguir con nuestra clase, con nuestras vidas.
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